Diana Meza Vargas
Has escuchado la famosa frase: “Perdono, pero no olvido”. Siempre ha sido una expresión que me ha llamado la atención y no se qué tan cierta puede ser, por lo que te invito a analizarla conmigo.
Primero que nada: ¿qué es el perdón? Es vivir con el recuerdo, de que algo o alguien me ofendió o más bien, me sentí ofendido, y que acepto seguir adelante, renunciando eventualmente a vengarme o a reclamar un castigo justo por el mismo, decidiendo no volver a tomar en cuenta esa ofensa en el futuro. Es decir, renuncio a tomar venganza.
Sin embargo, vamos por la vida, masticando constantemente lo que nos pasó, pensando que, si lo llego a olvidar, me pueden volver a hacer lo mismo o quizás peor… ¿te suena?
Pues te cuento, por muchos años, yo creí que esa era la forma de defenderme de que me volvieran a hacer daño y hace no mucho tiempo, me di cuenta, que lo importante era cambiar mi pensamiento y lo que sentía al cambiar mi forma de pensar, para que todo fluyera de manera diferente; por lo que es deseable que tome en cuenta, que no puedo quitarme el “chip” de lo que me pasó de un momento a otro, sino que poco a poco debo y quiero empezar a ver la situación de otra manera.
El perdón es la base para sanar las heridas de la mente, de la conciencia y del corazón.
El perdón es la clave para vivir en libertad en mi espíritu y en mi vida diaria, ya que el perdón me esclaviza a la persona que me agravió. Solamente puedo sentirme libre al liberar al otro, por medio del perdón, ya que de lo contrario sigo atada al hecho y a la persona y en varias ocasiones el agresor, ni siquiera está enterado de lo que me hizo.
Es una barrera que necesito cruzar para ser totalmente libre, libre del pasado, que en ocasiones me puede atormentar y que no me deja caminar por donde yo quiero.
Sin el perdón, hay dolor, rencor, resentimiento y amargura.
TIPOS DE PERDÓN
1. Perdonarme a mi misma.
¿Qué es lo que necesito perdonarme?
– ¿Que no medí mis posibilidades? ¿Que hice algo que no podía y me extralimité, o que no estaba a mi alcance lograr lo que me propuse?
– ¿Qué no logre mis expectativas? ¿Que no vi adecuadamente lo que debía?
– ¿Qué no supe elegir? Y cualquier cosa que esto conlleva y sus consecuencias.
– ¿Qué no soy perfecta? Y que a veces me exijo o me juzgo, como si lo fuera.
Perdonarme es un acto total y absoluto de humildad, es liberar mi ego y mi soberbia y darme cuenta de quien realmente soy.
2. Perdonar al otro.
¿Qué pasa si no perdono al otro?
Me lastimo y sigo atada al otro, como te lo dije anteriormente, pero, además, también me doy cuenta de que mi mejor venganza es el perdón, ya que dejo de lastimarme como lo hizo el otro conmigo.
Solo los sabios y los valientes se atreven a perdonar, por que en muchas ocasiones quien más nos hiere es a quien más queremos, por lo que se vuelve más difícil el perdón y la reconciliación es de quien da el primer paso, ya que, al hacerlo, estoy reencontrándome conmigo y con el otro.
Pero al perdonar, no es necesario olvidar, al contrario, necesito tener presente el agravio, para que ya no vuelva a ocurrir, sabiendo que, si todavía me provoca algún sentimiento o emoción el pensar en lo ocurrido, eso quiere decir que aún no he perdonado.
3. Perdonar a Dios
¿Qué necesito perdonarle a Dios? Los humanos solemos echarle la culpa a Dios, al universo, o a la vida (independientemente de lo que creamos), por todo aquello que nos pasa o lo que no, no tomando en cuenta que nuestra mente es estrecha y a veces no podemos medir la magnitud de los hechos, es decir, no tenemos el todo de la situación, ya sea por una enfermedad, un accidente, un evento de la naturaleza, etc. ¿Entonces… que quieres perdonar o perdonarte el día de hoy? En nuestra siguiente entrega, analizaremos el cómo hacerlo, o cómo lograrlo.